sábado, 7 de noviembre de 2015

Del todo a la nada.

“¡Piensa por ti mismo!” “¿Es que no sabes hacer las cosas por ti mismo?” “Debes creer en ti mismo.”  Una y otra vez este añadido del “ti mismo” se repite en nuestro día a día, forma parte por completo de nuestra forma de hablar y expresarnos. El lema de la ilustración: Sapere aude, atrévete a saber, a conocer, por ti mismo también poseía esta carga.
Podemos preguntarnos: ¿Dónde reside ese en-mí-mismo? ¿Qué es exactamente ese “yo”?
Sería absurdo plantearse la existencia de ese yo-mismo si contemplamos que no somos más que el mero resultado de nuestras circunstancias, tanto sociales como económicas e, incluso, biológicas. Sin duda podríamos quedarnos con esto y desechar al yo-mismo, quedando esto como una mera expresión. En este caso a la pregunta sobre la residencia de este ser-en-sí-mismo quedaría zanjada con un: No reside, directamente no existe siquiera.

¿Estamos, pues, huecos en cierto modo? ¿Qué es lo que nos hace realmente especiales y únicos como individuos? Existe, por supuesto, una respuesta de carácter científico a esta última pregunta: la genética. Cada uno de nosotros posee un código genético único para sí, un código irrepetible, sí, que viene condicionado por la herencia. Es este auge científico que venimos “sufriendo” el responsable de la pérdida de este “yo mismo”, se han perdido las esencias, todo ha quedado reducido a la materia. No somos más que reacciones químicas, físicas, movimiento de fluidos, impulsos eléctricos… El ser humano ha quedado como una máquina, a un amasijo de huesos, tendones y músculos sin un fin determinado más que moverse, desde el momento de su nacimiento, hasta la muerte.
Se han perdido todas las esencias, las cosas son meras apariencias medibles, cuantificables y que se corresponden con cálculos y fórmulas de carácter matemático empíricamente demostrables. Hemos quedado reducidos al número. Podemos ser perfectamente predichos, somos manipulables en forma de número, hemos perdido toda individualidad.
Antes era la Ciencia quien nos arrancaba la parte espiritual y, ahora, la sociedad nos arranca la parte material, nos saca los huesos, nos arranca las vísceras y nos despoja de todo nuestro interior, nos reduce a máscaras de piel huecas y, con ello, al número. Uno ya no es un ser completo, ha perdido su “sí mismo”, después de eso tampoco es una máquina completa, puesto que ha perdido su “corporeidad” en favor del número.
En cierto modo hemos pasado por una transición del “yo mismo” al “nosotros mismos”, puesto que al ser parte del número somos parte, con ello, de la sociedad. Uno ya no se pertenece a sí mismo, ahora es compartido por el resto de individuos y este, a su vez, comparte a los demás individuos.

En suma: Partimos de un individuo completo, un ser que consta de espiritualidad (que no espíritu) y materia, esta espiritualidad se verá pulverizada por el auge de las ciencias y del racionalismo pasando a quedar sólo la materia. Finalmente los tiempos modernos harán que esta materialidad se pierda, casi a la par que la espiritualidad, pasando a ser este individuo un número más, perfectamente cuantificable, medible, sopesable, predecible y manipulable.

Hablábamos antes del individuo hueco, vacío, ahora nos encontramos con seres hechos de vacío, de nada. Ya no estamos ante el vacío, enorme, inabarcable, inenarrable y aterrador, no nos encontramos ante esa inmensa vastedad inefable, ahora somos parte de ella. ¿Cómo puede uno salir de esta situación? ¿Cómo podemos volver a corporeizarnos, a estar completos? Buscando en nuestro interior los restos del “yo mismo”, juntando los pedazos que la sociedad y el racionalismo no hayan pulverizado y tratar de reunirlos de nuevo lo mejor posible. Por el contrario también podemos recrearnos en la vastedad de este vacío, nadar en él desprovistos de esencia y sustancia, disfrutar de esta ligereza que uno siente cuando pierde todo rastro de sí mismo.  

En nuestra mano está el buscar completarnos o el terminar de vaciarnos, arrojarnos a la nada de la que salimos y aprovechar nuestros últimos días sumergidos en ella… bueno, quizás esto no sea tan malo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario