viernes, 1 de septiembre de 2017

Horror Vacui

Literalmente. Miedo al vacío. ¿A la Nada? No.
Miedo a perturbar la Nada, romperla, inmiscuirse en ella y osar turbar la fragilidad de su esencia, irrumpir en la idea y subyugarla a lo concreto del Algo.

¿Qué?

Ese Algo repulsivo, sí, asqueroso y fangoso en tanto objetivable que es, en tanto cosa.
El temor a la hoja de papel en blanco, el temor a romper un mágico silencio, a repasar un trazo imaginario, a no decir nada y a decir algo.

Es el enemigo de todo artista y hace presa de los tímidos y los aficionados, silencia a muchos y los acecha, les obliga a sentir como cada pensamiento es devorado por la limpieza de la hoja de papel en blanco.

Los dedos se paralizan tras dos párrafos, y las palabras se hacen densas, difíciles de digerir, el sentido del texto se diluye como la miel. Toda luz se apaga y se queda uno a solas con la página en blanco.

Por supuesto se cobra bajas, sí, ella, inconsciente y obstinada en su empeño de permanecer impoluta, no conoce el triste sino que le depara la Frustración. La pluma rasga el papel y la tinta deja eco de su estocada.

Demasiado tiempo sin la liberación de plasmar los pensamientos, convertirlos en algo sólido y arrojarlos lejos, soltar lastre... La Nada los diluye, los convierte en líquidos que se alejan reptando hasta tornarse gases que se escapan de tu vista.
La Creatividad trata de persistir, pero la Nada le recuerda su futilidad, amparada por el Horror Vacui.

La fórmula bien podría ser una suerte de Barroco, hacer que toda imagen se desborde, rebose, que todo texto se presente henchido, que la Nada no quepa. Más bien, constreñir tanto el perímetro en el que puede aparecer tal que su presencia pase inadvertida.
Es difícil luchar contra la Nada, es difícil convivir con ella y tenerla presente. Uno puede acabar pasando por existencialista y convertirse en un Sartre, sólo que éste con su Nausea.

Da igual.
Es complicado.
Es Nada.

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